Friday, November 17, 2006

Dejar de fumar

"Fumar es un placer, genial, sensual…
fumando espero a la que tanto quiero

tras los cristales de alegres ventanales

y mientras fumo mi vida no consumo,
porque flotando el humo me suelo adormecer."

- J. Viladomat Masanas / F. Gazó -

A lo largo de mi vida, son pocos los vicios que he tenido. Tal vez por ahí, el más persistente de ellos ha sido la considerable dosis de masoquismo que me induce a llevar patrones de conducta autodestructores. Como el hábito (malo, por cierto) de comerme las uñas. Muerdo hasta que duele, me sangran los dedos, me da vergüenza ¿Hay algo más autodestructivo que la vergüenza? Al menos desde mi particular punto de vista, no. Lo hace a uno verse mal. Físicamente. Y mentalmente también. Uno se imagina torpe, una especie de tribilín contrahecho, a tropezones en una laaaarga pasarela, a vista y paciencia del resto. Vergüenza. Pero no estamos acá para hablar de eso.

En vicios estábamos. Vicios, esas actividades que gustamos realizar a menudo, que tienen una carga negativa, ya sea por daño físico, dependencia o simplemente porque "Dios lo dice". Recordar (como dirían los periodistas) que la Santa Madre Iglesia Católica Romana indica que los viciosos se irán todos juntos, en fila, uno tras otro, al rincon caliente, al centro de la tierra, a vivir encadenados, recordando sus malos pasos bajo la atenta mirada de Satán (en adelante le llamaremos, cariñosamente, Lu). Claro, en lo personal, prefiero que me zumbe el Patasdecabra que irme a pasar la eternidad con un atado de mamones en ropa interior blanca. Claro, porque para ir al cielo, no puede uno drogarse, alcoholizarse, mirar la señora del vecino ni a la que no es de uno, por más rica que esté, disfrutar de la carnalidad prematrimonial, divorciarse, proferir insultos, pegar, mentir, comer en exceso aquello que nos gusta, disfrutar los placeres de la carne ajena, envidiar al resto, aunque tenga más de lo que merece y uno menos, mentir o decir verdades a medias, porfiar, jactarse, desobedecer, ansiar, desordenarse, fallar, flojear (¡Que bueno es flojear, demonios!), follar por follar (Al infierno las fábricas de condones buenos, no así los malos), pedir, disfrutar de la comida (¡RAYOS!), no ayunar cuando la iglesia lo obliga, participar en festines romanos y tanta cosa buena que le gusta a uno. ¡Carajos! ¡¡Me voy al infierno!!

Perdón, de nuevo perdí un poco el hilo.

Vicio: Hábito de obrar mal. RAE

Es un hábito, es una costumbre, es algo que se hace seguido, frecuentemente y mal, suficientemente mal para que se note o, al menos, cause daño al resto. No sirve poco y mal, tiene que ser mucho y mal, o poco y muy mal, aunque eso no constituye vicio.

A la vista de lo anterior, fumar es como la madre de todos los vicios, aquel que la lleva, porque el buen fumador no fuma poco sino que lo hace en exceso, porque no fuma solo sino que lo hace acompañado, obligando al resto a aspirar su aire sucio, a soportar su olor, a contagiarse de un cancer buscado, todo sólo por verse "más sexy" sentirse más seguro. Finalmente, el fumador cumple al menos con xxxx de los vicios mayores que nos mandarán al infierno a todos juntos: gula (porque siempre quiere más), lujuria (por el goce excesivo y sin otro afán que el disfrute en sí), avaricia (aunque sea mal visto, esconde los cigarros cuando puede), ira (¿Puede alguien matar a otro sin ira de por medio? ¿Y a sí mismo?), soberbia ("Mira los cigarros que encontré en un boliche de calle Estado"), pereza ("ya voy, me fumo el cigarro y voy"), envidia ("Qué malo no tener esos cigarros de ahí...").

Si, para los que ya lo notaron, estoy dejando de fumar. Más bien, ya lo dejé y estoy tratando de mantener mi desición y sobreponerme al deseo de sostener uno de esos cilindros de papel y placer entre mis labios, acariciarlo con un fósforo encendido y verlo arder como roma en manos de Nerón mientras siento como los vapores que emana entran en mi garganta, abrendo mis sentidos a la dulce algaravía del adormecimiento, matandome un poco más, sin fijarme en mis dedos amarillos y pegajosos ni en mis dientes malolientes ni en mi estómago ácido ni en mi ropa pestilente. Porque todo eso da lo mismo. Porque los fumadores gozamos de estas cargas. Porque así nos gusta.

Perdí el hilo de nuevo.

Filo. Voy a sentarme frente a la ventana abierta, cuando ya es de tarde, mientras trato de recordar lo que quería decir, con un cigarro entre los dedos, mientras trato de olvidar a qué sabe.


Datoaviso: La imagen corresponde al lateral derecho del tríptico "El jardin de las delicias" de "Il Bosco" titulado "El infierno musical". Si no lo conoce, invente aquí.