Monday, January 15, 2007

Ser independiente


Ya casi cumplo un año desde que decidí renunciar a mi última pega en oficina. Lo digo con todo el orgullo del mundo, porque no se trató de una desición fácil ni tampoco fué fácil mantenerme esos 10 meses al pie del cañón.

Es verdad, he tenido suerte en esto de la pega. Al menos desde que encontré la primera, luego de esos largos 18 meses de semi-cesantía. Fue un año y medio trabajando en una repartición pública, confirmando por qué núnca quise estar en ninguna, con buen sueldo (al menos para empezar) y un jefe inepto, pero gracioso... después de todo, no cualquiera puede decir que estuvo bajo el mando de un troll... pero bueno, finalmente, el gnomo prescindió de mi trabajo. Tal vez habrá sido por lo molesto que siempre me ha gustado ser, o simplemente por mi viejo y querido problema con la autoridad, o porque lo molesté varias veces haciendo reír a sus amigos "Serios-académicos"... da lo mismo. La cosa es que me echó.

Fué bueno en todo caso. Bueno, porque unos 20 días después de eso me llamaron de una oficina re-entretenida a la que siempre quise entrar. Y lo pasabamos bien allá. Se trabajaba como monos, pero bueno, es lo que hay que hacer, y se producían buenas cosas. De verdad, etre los trabajos que he tenido, ese fué el que más me gustó. Pero, como todo lo bueno termina luego, bajó la pega y cortaron a los que estábamos en la cola. originalmente eramos tres que nos ibamos. Con uno de ellos, una chica con la que tenía una cierta amistad, nos ordenamos para buscar juntos, de modo de datearnos las pegas. El otro, un gaznápiro narigón de aquellos, se quedó haciendo pucheros hasta que lo dejaron seguir donde estaba (¿Acaso soy el único al que eso le parece lamentable?).

De ese modo, me fuí a una de las oficinas "importantes" de por estos lares. Bueno, nos fuimos los dos con mi ex-compañera que paso a ser mi nueva-compañera ahora. Llegamos pensando que acá, con lo gigantes que eran las cosas que se hacían, nuestro aporte sería aún mayor, que podríamos influír en los proyectos, que estábamos en las grandes ligas y tanta hueá que piensa uno. Francamente, el yeso que me tuve que poner en mi nariz intelectual no fué nada de menor cuando me di cuenta que los "Jefes" tenían unos mandos medios de medio pelo, preocupados más de inmovilizar a sus subalternos y lamer las botas de los más altos que de hacer cosas buenas. Hasta ahí llegaron mis ganas de aportar.

Tengo que confesar que me molesta la gente lesa, la gente tonta, la gente cobarde, la gente indecisa, los que no saben qué hacer cuando pueden hacer algo. Me molestan. Me molestan también los gordos, los viejos, los amanerados (no dije homosexuales, sino amanerados), los maricas de mente, los "perro-del-hortelano", los chupamedias, las calientapavas, los... bueno, casi todos.

Estaba molesto allá. Tanto que renuncié en cuanto pude. Salir de ahí por última vez fué un alivio tan grande como sacarse una mochila con piedras... y clavos y culebras y jaivas. Mi espalda se enderezó, mi frente se levantó.

¿Lo bueno? Poco, a decir verdad. Conocí un par de gentes entretenidas ahí. El Cabro Chico, el Enano Maldito, La babosa, un par de personillas más. Gente buena en el hoyo... raro al final. ¿Qué aprendí? Casi nada, salvo morderme la lengua una a dos veces por hora.

Ahora, la independencia, un par de proyectitos que prometen, la vida libre, el colon irritable y la incertidumbre.

Claro que suena bonito, eso de ser su propio jefe, de no dar explicaciones porque llegaste tarde a trabajar, lo de manejar tus propios tiempos, no regalarle plata a nadie y un mega-e-t-c que sigue hasta el hartazgo, pero la verdad es que no es tan fácil.

Es difícil esperar, negociar cada vez, ver un proyecto bueno armarse y desarmarse porque un cliente encuentra que es menos "choro" que lo que él quiere, deber plata a proveedores, asumir costos, tener que avisarle a algún especialista que no se lleva la pega, bajar los costos y otro laaargo etc.

Lo bueno: si, no hay que verle la cara de imbécil a un jefe que te explota y no entiende por qué te sientes un poco incómodo cuando te la está metiendo doblada. Lo malo: aburrirse cada cierto rato.

En fin, de todas formas, no volvería a "La casa de los Papanatas" ni a la "Hacienda" por ahora, aunque no lo descarto si se me agotan los ahorros... por lo pronto, me voy a sujetar el estómago y voy a seguir en lo mío.

Cualquier cosa, les cuento.

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