Tuesday, February 06, 2007

hablar con abogados

Siempre es ingrato hablar con un abogado. Sobre todo que, cuando uno lo hace, no es porque esté todo bien, salvo que se trate del amigo abogado con que se encuentra uno en el bar de la esquina y conversa de lo que hablamos los hombres... minas. Las ve uno pasar, que dice que son lombrosianas, que les pone nota, que se divierte finalmente mientras va la horda de perdedores a hacer puntería... está bien, no todos son losers. Algunos logran que la chica les hable un rato y, con suerte, que les de el teléfono.

En fin, como de costumbre, voy hacia cualquier lado, menos lo que quería.

La cosa es que estoy metido, por primera vez, en uno de esos líos en los que no se puede salir sin la ayuda del querido leguleyo, ese que se sabe de memoria (sin exagerar) las leyes, códigos y ese largo etcétera que reglan la vida. El tete es simple. Un personaje encarga una pega, firmamos un contrato, el personaje decide unilateralmente cortar el asunto y, como si fuera poco, decide que no quiere pagar nada más del montón que se trabajó para darle en su regaladito gusto.

Sí, por si no lo han adivinado, tengo un buen poco de rabia. De esa rabia que corre tibia por tus venas y te recuerda dónde está cada una de ellas mientras recuerdas al maton del curso que te hacía "convidarle" de tu colación o al micrero que arrojaba tus monedas al pagar con tarifa de estudiante.

¿Por qué diablos la gente no hace simplemente lo correcto y lleva SU colación al colegio, recibe el pago o sencillamente paga lo que debe?

Porque es fresca, porque ser caradura se lleva, porque simplemente pueden.

Ya me cansé de esto. Así me cueste caro, voy a dar la pelea. No voy a volver a ser el debilucho que daba pan, que agachaba la cabeza y no pedía boleto.

No, señor gringo.

Simplemente NO.

Mis abogados lo llamarán, señor Pinche Gringo Puñetero(*).



* Referencia al disco "Frijolero" de Molotov

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