Saturday, March 31, 2007

...buscar a mi chica a la pega

Santiago de noche en otoño debe ser una de las buenas ciudades para caminar. Sobre todo desde que el desastre transantiaguino sacó la mayoría de las micros de las calles... o al menos eso pensaba hasta ayer.

La cosa es que mi chica, que trabaja freelance para una entidad que distribuye fondos estatales de cultura (¿no se nota cuál?) fué a apoyar el trabajo de comisiones al hotel Windsor, al pie del cerro Santa Lucía y, lo que más nos importa, al lado del barrio Lastarria, lleno de lugarcillos bohemios pero de buen gusto, donde uno puede tomarse un trago tranquilo en un buen lugar y eso era nuestro plan para ayer. Entonces, yo la pasaba a buscar y nos ibamos hacia allá. Un plan simple.

Tipo 11 de la noche, me puse mis zapatos y partí caminando por Providencia y luego por la Alameda, calles buen concurridas y todo, pero estaba todo tranquilo. Igual era extraño porque hubo bastante movimiento de extranjeros que subían y bajaban de buses, gente que caminaba buscando cosas, preguntando harto, parejas felices, trabajadores cambiando los pintosos conitos de Providencia por divisiones de concreto y tanta cosa. Agradable de caminar, acompañado de buena música, por cierto.

Llegué al hotel tipo 11 y media, llamé a mi chica y me dijo que la esperara porque le quedaba una media hora. "Voy a dar una vuelta y vuelvo entonces" le indiqué con una seña de manos por la ventana de aluminio barato del hotel y ella asintió con su cabeza. Enfilé hacia el norte, por Victoria Subercaseaux, a ver si estaba prendida la luz de un amigo y lo pasaba a ver. Voy pensando en eso, escuchando Judith de A Perfect Circle, cuando frente a mi veo a un tipo pequeño, más bien escualido y moreno que mueve su boca. Me saqué los audífonos sólo para escuchar la sentencia: "Anda sacando las mone'as al tiro que si no te la voy a hacértela terrible de corta" mientras abría la chaqueta de su buzo amarillo y azul sólo para mostrar un cuchillo para filetear pescado. "Esto no está pasando" pensé, pero sí estaba pasando.



En unos segundos, el ciudadano me tenía pegado a él con el cuchillo de por medio y me indicó que buscaba plata, que cuánto tenía. Abrí mi billetera y le dije que si me dejaba una luca, tratando de establecer un vínculo afectivo que me permitiera librar bien del asunto. Tomó todos los billetes y me dijo elegantemente "Ya, qué ma' anda'i trayendo... ya, pasa el pendrai... y el celular tamién... yel reloj". En ese minuto me di cuenta que no me libraba de esta pasando ocho lucas y sin correr riesgo. Sentí miedo. Cuando tomó el cable de mis audífonos, leindiqué que era mejor que guardara laplata, que si no se le iba a caer el equipo y no le iba a servir de nada. Como el ser humano este además de flaite era leso, me hizo caso y, en un movimiento francamente torpe, cambió el cuchillo asu mano izquierda y trató de guardar los billetes con la diestra. Bastó ese movimiento para que yo le diera un manotazo que lo hizo soltar el camble de mi mp3 y de un salto corrí unos 20 o 30 metros,hasta donde encontré más gente entrando a un hotel.

Yo ya estaba sin voz,no podía decir nada y la gente que iba entrando ni siquiera se volvió a preguntar si necesitaba algo. Debo haber estado pálido. Me di vuelta y me encontré con la cara del ladrón que se llevó 8 lucas de mi billetera diciendo "Te voy a pillarte, cobarde culiao". Sentí miedo de nuevo.

Decidí buscar un carabinero, a ver si lo convencía de salir a buscar a este bribonzuelo, pero nada. Ni un paco en Lastarria, ni uno en Merced, ni uno en Victoria Subercaseaux. Terminé volviendo al punto de partida y toqué la puerta de un hotel, el más cercano al lugar del asalto, sólo para recibir un "Aquí al lado hay una cosa de carabineros..." con esa solidaridad que uno espera del chileno medio. Allá partí a buscar ayuda. Tras golpear un portón metálico ciego, me abrió un muchacho de unos 27 o 28 años que me quitó un poco el susto, al menos para poder ir por mi chica, a una cuadra de distancia, y terminó por convencerme que no había nada que hacer, que si denunciaba no serviría de nada igual y que el pastero iba a andar por ahí igual. De paso, me dió un dato que no me pareció menor: "El 25% de los que pasan por aquí son malhechores" dijo. VEINTICINCO PORCIENTO, UNO DE CADA CUATRO... miré hacia el lado y vi pasar a un tipo que seguramente era delincuente porque ya habíamos 4 en la calle, en un espacio muy corto... o tal vez el carabinero no era tal, sino el cómplice de un acto delictual... o quizá me cambiaron a mi chica... la cosa es que uno de nosotros 4 era un delincuente según los datos del carabinero.

En fin, me asaltaron el viernes y terminé este artículo hoy lunes. En el camino, he pasado de pensar que vivía en una ciudad insegura, donde no se puede caminar por la calle, hasta pensar en portar un arma no letal de defensa, para darle la torta al próximo que lo intente.

No es fácil sobrepasar el miedo que esto deja. No es fácil no meter a todos los flaites al mismo saco, al de los delincuentes, al de los marginales, al del lumpen... pero eso es mi problema, no de ellos... porque tal vez, sólo tal vez, haya un flaite que escucha reggaton, usa los pantalones bajos y habla en ese dialecto raro que es honesto y buena gente. Por ese tipo, prefiero seguir creyendo que no todos son malos y que todavía se puede.

No me van a quitar el gusto de caminar tranquilo por la calle, no voy a dejar que conquisten lo que es mío.

Ya me robaron dinero.

No me van a robar nada más.

Núnca más, núnca más, núnca más.

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